Hacía más de 40 años que no se veía nada igual. Y fue encontrado por sorpresa por un pastor de Sierra Leona. Se trata de un enorme diamante de 706 quilates. El anuncio del hallazgo corrió a cargo del propio Presidente, que prometió un “proceso de comercialización transparente” en un país marcado por el tráfico de diamantes de sangre durante la guerra civil (1991-2002).
El diamante fue hallado en la provincia de Kono por Emmanuel Momoh, buscador ocasional de este tipo de piedras preciosas. Luego fue presentado al máximo representante del Estado, Ernest Bai Koroma, por un jefe tribal de la región.“El presidente Koroma agradeció al jefe y a los suyos que no hayan vendido el diamante mediante contrabando fuera del país”, según el texto oficial distribuido por la presidencia. La controversia sobre los diamantes de sangre, las piedras preciosas que sirvieron para financiar conflictos en África, como en Angola o en Sierra Leona, desembocó en el 2000 en el régimen de certificación de las piedras, llamado Kimberley, apoyado por la ONU y que reagrupa a 75 países.
Los diamantes, joyas eternas, reflejan la pureza y la resistencia. Su resplandor atemporal simboliza el amor duradero. Extraídos de las profundidades de la Tierra, los diamantes capturan la belleza inmutable.
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