Nota de La Razon: http://www.la-razon.com/sociedad/achachila-Carmelo-atribuye-longevidad-quinua_0_1889211099.html
“Yapuki lurt’a (en mi terreno nomás trabajo)”, avisa Carmelo Flores Laura, el anciano y exbenemérito que el 16 de julio cumplió 123 años, desde su sembradío en Frasquía, Achacachi. Comenta que su secreto está en el consumo de la quinua, hoja de coca y oca.
¿Usutatasti (estás enfermo)?, pregunta el periodista de La Razón y el hombre señala con gestos de las manos que le duele todo el cuerpo y que está uqara (sordo), pero segundos después se levanta firme y camina sin dificultad unos 40 metros para señalar una pequeña vivienda de adobe, de tiznadas paredes y techo de paja, donde vive. Al lado, una casa de un piso de ladrillo, aloja a su nieto Edwin Flores, que lo cuida.
Kinuwa (quinua) cuquitampi (coca), además de la apilla u oca, papa, chuño y el pito de kañawa fueron y son todavía la base de la alimentación de hombres como Carmelo. “Ch’uq’impi kinuwitampi wali sumawa (la papa con la quinua es bien rica)”, revela desde su vivienda situada a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Carmelo no es el único centenario en esa zona a unos 150 kilómetros de La Paz. A 200 metros de su vivienda vive Úrsula Callisaya Mamani, que, según su hijo y ella misma, tiene 106 años.
Achachila. Mientras la Gobernación de La Paz tramita su reconocimiento como el más longevo del mundo con Guinness Records, él se muestra indiferente ante el significado de ese título internacional y la presencia de la prensa.
“¿Va a ir a todas las casas?”, pregunta con inocencia para después mostrar una bolsa de coca, uno de los secretos de su longevidad. En Frasquía, él es muy popular y muy respetado por sus vecinos. “Aquí todos lo conocemos al achachila Carmelo”, sostiene Alberto, un joven de 20 años y además vecino. En el altiplano, el término “achachila” está destinado a quienes son eternos como el nevado del Illampu.
Abrigado con una chamarra, dos chompas, una camisa y una polera, además de un lluch’u o gorro de lana y un sombrero, que le sirven para combatir el viento helado que baja de la Cordillera Real, Carmelo habla de que la mayoría de sus nietos vive en Chuquiago Marka. “Sé ir, conozco, sé ir a La Paz”, añade con dificultad y con una voz suave el hombre de pelo encanecido y a quien no le queda un solo diente.
Hace diez años que falleció su esposa Micaela, pero su historia se remonta a por lo menos unos 70 años atrás, cuando llegó desde su comunidad Chachakumani, según su ahijado de matrimonio Tomás Vila Ticona, que vive a unas dos casas de la construcción de Carmelo. “(Carmelo) era cuidador de la escuela de los hacendados y después le dieron un terrenito aquí en Frasquía y ahí hizo su familia”, recuerda Vila, de 64 años. “El achachila Carmelo de joven era bien bandido y liso, primero bailó kullawada, luego llamerada y después morenada”.
El tata Carmelo pijcha (mastica) la coca, habla poco y cuando se le pregunta por la cicatriz de su nariz responde: “Liwisistwa (me he caído)”, y apunta a una piedra puntiaguda con la que se habría chocado el fin de semana, cuando estuvo a punto de perderse al retornar a su aposento, luego de ver televisión.
Chaco. Según su nieto René Flores y su nuera Juana Castro, Carmelo Flores fue a la Guerra del Chaco con Paraguay (1933-1935), pero el anciano no tiene documentos que prueben ello. “Él nos contaba que fue a la guerra, que los cuerpos muertos de sus compañeros estaban en el suelo y que él se resbalaba por tanta sangre en el piso”, revela Juana Castro, viuda de Fabián Flores, uno de sus tres hijos, y que ayer, junto a una niña, pasó a saludar al tata (anciano).
“No hicimos el trámite y nunca pudo cobrar su renta como benemérito”, confiesa por su lado René Flores, uno de los 14 nietos (Carmelo tiene también 39 bisnietos) e hijo de Cecilio. Tras la Guerra del Chaco, se hizo un censo de los beneméritos y muchos no pudieron hacer su trámite porque debían viajar a La Paz.
Hace 80 años que terminó el conflicto bélico con los paraguayos, pero el achachila sigue como un roble, cuida su terreno, dice que en su juventud cazaba zorrillos para comer y que usó en más de una ocasión gotas de sangre de lagarto para ver mejor. Ahora mira una y otra vez la grabadora y la cámara fotográfica antes del saludo final. “Sarjamay kawalliru (vaya nomás, caballero)”, se despide amablemente y sus pequeños ojos observan otra vez a los visitantes.
Guinness Records
Según este registro mundial, el hombre más anciano del mundo es Salustiano Sánchez, de 112 años, que vive en los EEUU.
Una anciana dice que tiene 106 años
“Pataka tunka suxtani maranitwa (tengo 106 años)”, afirma Úrsula Callizaya Mamani, a unos 200 metros de la casa de Carmelo Flores Laura (123), en la comunidad de Frasquía, ubicada a tres horas de la ciudad de La Paz.
Sentada con un pequeño bastón de madera y con un viejo sombrero, la anciana dice conocer a Carmelo. “Yo también he venido desde Chachakumani y ahora vivo aquí, pero ya no puedo hacer nada”, se lamenta la mujer de pollera junto a su hijo Santiago Flores, que confirma que la quinua, cebada, pito de kañawa y las hojas de coca que su madre consume son el secreto de su longevidad.
“A mi madre le hace mal el fideo, ella come la quinuita que nosotros sembramos”, acota Santiago. Algo parecido pasa con Carmelo, que cuida su terreno donde siembra además papa, cebolla, cebada y apilla u oca. “Aquí hay varios viejitos que deben estar por los 100 años”, precisa Santiago.
Gobernación busca otra distinción
Wilma Pérez
La Gobernación de La Paz informó que el 26 de agosto entregará una distinción a Carmelo Flores por ser el más longevo del mundo. El reconocimiento se realizará en el Día del Adulto Mayor. El secretario de Desarrollo Social de la Gobernación, Hilario Callisaya, informó que el acto podría realizarse en la sede de gobierno o en su comunidad. “Tenemos que conversar con su familia, si hay la posibilidad de traerlo”, dijo. Aclaró que no podrán nombrar Patrimonio Viviente de la Humanidad a don Carmelo, porque no existe una norma para personas.
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