Tal como si fuera un trauma, el problema de por qué se te desabrochan los zapatos tiene su origen en la más tierna infancia. Según Ian Fieggen, experto en el arte de amarrar los cordones (sí, existe gente dedicada al tema), el conflicto comienza desde el momento en que los padres –en un máximo jolgorio y alivio- celebran que el pequeño hijo se abrochó solo los zapatos, pero ni siquiera piensan en corregirlo si es que el amarre estuvo mal hecho.
El resultado es que ese niño, durante toda su vida, vivirá constantemente reabrochándose los zapatos, cada vez que note que mientras camina, los cordones vuelan libremente, amenazando con una fortuita caída (y bochorno público).
Fieggen, también conocido como "Profesor de los cordones” y un declarado "apasionado por la eficiencia”, tiene su sitio web en Fieggen.com, desde donde explica que el error más común de alguien que padece el mal de los zapatos mal abrochados, es lo que llama "el nudo de abuela”, y que suelen hacerlo las personas que se atan los cordones.
Éste "mal nudo”, que suele darse cuando alguien se sienta chueco para amarrarse los cordones –y no con ambos pies sobre el suelo- consiste en que se comienza haciendo el nudo (lazo izquierdo sobre el derecho) y luego preparamos el lazo desde el lado derecho, pasando el extremo izquierdo por sobre éste, para finalizar una atadura que quedará desnivelada (basta ver que no queda horizontal) y que probablemente se desatará al cabo de un rato.
El "nudo de abuela” es posible identificarlo, por estar siempre torcido, en diagonal o derechamente vertical, no solo en zapatos, sino que también en vestidos, delantales, y todo tipo de cosas que se amarren con un lazo, como algunas invitaciones de matrimonio, regalos, y hasta corbatas de humita.
Hacia el nudo correcto
Según el "profesor de los cordones”, una manera de solucionar este mal hábito es cambiando el orden del nudo de inicio. Es decir, si solías pasar el lazo izquierdo sobre el derecho, prueba comenzando a atarte los zapatos pasando el lazo derecho por sobre el izquierdo.
Ahora –y sin frustrarse porque tras tantas décadas haciéndolo mal, puede que requiera práctica- prueba lo siguiente: con tu mano derecha, dale forma al lazo que anudarás y mantenlo sujeto con los dedos.
Con la mano izquierda, rodea con el extremo izquierdo el lazo sujeto, (no por abajo, sino que desde arriba) hasta que se logre el entramado que necesitan los cordones para que ese lado izquierdo salga como lazo para el lado derecho.
Sacude tu pie con confianza y fíjate si el nudo queda en posición vertical u oblicua. ¿Se mantiene horizontal? ¡Bravo! ¡Aprendiste a abrocharte los zapatos!
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